jueves, 11 de marzo de 2010

Qué es el Socialismo del Siglo XXI

Autor: Dr. Andrés Gallardo
Qué es el socialismo del siglo XXI?


1. Introducción:
Como toda buena pregunta, la relativa a qué es el socialismo de este siglo, no es de fácil respuesta. Ha pasado mucha agua debajo del puente. Algunas ideas se han vuelto relativas, otras en tanto se han afianzado, no sin desaparecer en el mundo algunos paradigmas antes indiscutidos.
Sin embargo, el hecho de abrazar esta causa eminentemente humanista y justa, nos obliga a aceptar el reto y a buscar algunas pautas reveladoras de cuál es la sustancia de este ideario político en el siglo que nos cobija, es decir intentar la redefinición dinámica del socialismo,
La primer cuestión digna de señalar es que el sólo hecho de referirnos al socialismo de nuestro siglo nos lleva a ratificar la vigencia de una ideología política con carácter universal y vocación expansiva. No es para nosotros el socialismo ni una expresión parcial ni una mera elucubración teórica. Es ante todo una mirada polifacética, abarcadora e integradora, desde el hombre y para el hombre, con vocación de poder y transformación.
Nuestro socialismo tiene una historia de teorías y muy especialmente, una historia de prácticas, y ambas, teorías y prácticas, nos permiten esbozar esta redefinición. Este cometido de pensar el socialismo de hoy, no tiene un mero afán cognoscitivo, sino intención transformadora y revolucionaria. Creemos que no hay socialismo sin revolución. La revolución es la madre del socialismo y como tal, su condición necesaria. Es tautológico afirmar el socialismo sin vocación revolucionaria. No estamos aludiendo necesariamente a tal o cual forma de revolución, sino en términos genéricos a ese “quiebre” con el sistema anterior.

2. La meta del socialismo del Siglo XXI.

El sistema capitalista-demócrata-liberal que pretende hoy erigirse en el discurso hegemónico y en la tendencia unidireccional mundial, es antes que nada negador del hombre. Desde los filósofos clásicos hasta el presente y casi sin discusiones ya la naturaleza humana se fundamenta en su razón y en la capacidad de construir. Cuando los sistemas niegan la razón y se empeñan en destruir (al propio hombre, al medio ambiente, al resto de las especies de la naturaleza, a las culturas, etc) resultan entonces sistemas anti-humanos. Es un error referirse al capitalismo como salvaje o inhumano. El capitalismo es, como vemos negador de la condición humana, es anti-humano. Es allí donde el socialismo de nuestro siglo ratifica su vigencia y su profunda vocación antropocéntrica. El hombre es el destinatario del socialismo como creación humana. El socialismo es entonces, el hombre de hoy pensando en el hombre libre, en el hombre digno. El siglo veintiuno encuentra a nuestros pueblos en busca de la dignidad perdida. La dignidad personal y la dignidad del grupo-nación. Y esa dignidad es la autodeterminación. No hay hombre digno si no se autodetermina. No hay pueblo digno si no logra autodeterminarse. Qué es sino la realización humana que poder elegir y ejecutar un plan de vida? Qué es sino la realización de una nación que haber podido concretar un proyecto social, político y económico determinado en forma endógena? Tenemos aquí entonces -en esta apretada síntesis- esbozada la meta actual del socialismo. El socialismo de nuestro siglo tiene como norte a la persona humana y a los colectivos nacionales y en ambos casos tendiendo a su autodeterminación y dignidad. En este contexto, el socialismo se enfrenta con todas aquellas doctrinas y prácticas político-ideológicas que de alguna forma sostienen modelos anti-humanos. El capitalismo, el imperialismo en todas sus variantes, el liberalismo económico, el fascismo, son entre otras, formas que relativizan al hombre y lo someten a objetivos meta-humanos. (el dinero, el poder, el control, la uniformidad, etc).

3. Los instrumentos del Socialismo del Siglo XXI.
Tratemos ahora de avizorar cuáles son los instrumentos de que dispone nuestro socialismo presente para construir la sociedad nueva y el hombre nuevo.
De entre todos y en tren de simplificar, abordamos dos por su importancia y dimensión. Son instrumentos de uso paralelo y constante. Uno y otro se complementa esencialmente. Es decir uno es condición del otro y viceversa. La participación popular y la distribución de la riqueza. El Estado en nuestro socialismo debe ser pueblo hecho instrumento. No hay Estado socialista visto como una dimensión abstracta y ajena. El Estado socialista es praxis popular transformadora. Pero esa participación popular sería falaz e inconducente si existieran situaciones de exclusión económica y política. La participación supone un fenómeno totalizador. Si sólo participan los socialmente integrados, son ellos los que construirán y sostendrán un modelo hecho a “su medida”. Por ello el instrumento de la distribución de la riqueza es esencial y concurrente. El socialismo supone democracia sustantiva. Transformar a través de la participación, sólo es posible en la medida de la existencia de condiciones socio-económicas aptas.
Así, el socialismo de nuestro siglo debe ponerse como meta trabajar la parte inferior de la pirámide de participación en el ingreso (la base esta conformada por la mayor parte de la población que participa, paradójicamente de la menor cuota de riqueza). Es decir, para el socialismo, este debe ser el siglo que termine sin pobres. No sabemos si será el siglo que termine sin ricos. Pero si el socialismo cumple su misión en estos cien años, se podrá saldar parte de la historia habiendo al menos atomizado la concentración económica, minado su estructura y habiendo incorporado al sistema de participación política efectiva a todos los hoy excluidos. Tal vez el socialismo del siglo venidero pueda, con una nueva base popular, con un crecimiento cuali-cuantitativo del poder del pueblo, abordar el “achatamiento” definitivo de la pirámide.
Estos dos instrumentos de transformación no son como ya dijimos los únicos. Además, podrán darse, en la medida en que el establishment asuma que de no mediar una revolución democrática y pacífica, la propia dinámica del sistema anti-humano, pondrá a la violencia política como primer instrumento de transformación.- Esto, dicho de otro modo, supone que el socialismo de nuestro siglo tiene vocación de paz y de transformación institucional. El quiebre con el sistema anti-humano puede darse aún dentro de los canales previstos por el propio sistema. Pero si estos canales son “bloqueados” por las fuerzas de la concentración económica o por el imperialismo, entonces los instrumentos de transformación aludidos no pueden validarse. En esa hipótesis, el socialismo no renunciará a su vocación transformadora y responderá a la violencia con violencia. La violencia no será en esa hipótesis un fin en si mismo. Será un instrumento de lucha de los hombres negados y de los pueblos negados para obtener la liberación que no pudieron alcanzar en paz. Es importante en estas horas, que los referentes políticos, ideológicos y mediáticos del establishment asuman que está en ellos viabilizar el gradual avance hacia una sociedad integrada y justa o por el contrario “tensar” el conflicto social hasta hacerlo violento. Hoy nadie quiere hablar de la violencia política, pero la violencia política existe. Es ingenuo y reduccionista aquel que sintetiza la violencia política en una acción armada de un grupo ideológico. La principal expresión actual de la violencia política es el genocidio económico en los países periféricos y la paralela híper- concentración económica en los países centrales. Los pobres que mueren de hambruna en nuestras latitudes, o que se enferman con epidemias que se creían terminadas, o los desahuciados que pretenden llegar en balsas a europa y mueren en el mar o en las costas, todos ellos y muchos otros, son la expresión verdadera de la violencia política. El socialismo de nuestro siglo tiene muy presente que no estamos en un mundo pobre, sino en un mundo partido. Hay riqueza para todos, pero la tienen pocos. En el siglo veintiuno esto trasciende el concepto ortodoxo de la lucha de clases es la lucha de los indignos contra sus sometedores. La lucha de los excluídos de la mesa por sentarse en ella. La lucha de los sin techo. La lucha de los sin tierra.

3. Ideas finales.

En este orden de ideas, la economía y el derecho, son para el socialismo de nuestro siglo meros exponentes instrumentales de segundo nivel. La economía y el derecho deben servir respectivamente a los postulados instrumentales centrales de participación popular y distribución económica y por supuesto y antes que nada, a la meta central de antropocentrismo sustantivo.
El socialismo del siglo XXI cree en la libertad personal del hombre. El hombre digno también es fundamentalmente libre. El hombre nuevo del socialismo presente piensa, opina, discute, define su credo o su no credo, su preferencia sexual, su ideología. Lo que no puede hacer con su libertad es, como diría Mario Benedetti en “Quemar las Naves”, “preferir lo injusto”. Afectar al colectivo con su decisión personal.
El socialismo de nuestro siglo, para finalizar esta síntesis, integra a los pueblos hermanados por su historia y su cultura y junto a ellos establece hacia fuera una sóla frontera, que es la que separa al hombre del anti-hombre.

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